Diego Escalona Rodríguez

Diego Escalona Rodríguez

Graduado en Ingeniería de Telecomunicaciones por la Universidad Politécnica de Madrid. Blockchain Developer & Researcher en Centro de Competencia Blockchain de Telefónica, con experiencia en desarrollo de aplicaciones descentralizadas. Apasionado de las nuevas tecnologías y músico aficionado en ratos libres.
AI & Data
Proyecto LOCARD: registro de evidencias digitales en Blockchain
Casi sin darnos cuenta, la digitalización ha cambiado nuestra forma de interactuar con el entorno. Cada vez son más las acciones que realizamos en el mundo virtual. Las relaciones sociales, la compra online, el e-learning y el teletrabajo son solo algunas de las muchas actividades que realizamos de manera virtual en nuestro día a día. Pero, fuera de lo cotidiano, hay quienes aprovechan las facilidades que nos brinda la tecnología para otro tipo de acciones, cometer delitos en Internet. Ya no es necesario cubrirse el rostro con una careta de payaso para llevar a cabo un atraco, ni tener un plan de huida bien acotado para desaparecer por completo, existe gran número de técnicas que permiten a un ciberdelincuente esconder su identidad y volverse prácticamente irrastreable en la red. Basta con un simple ordenador conectado a Internet, nada más. La ciberdelincuencia crece a un ritmo desorbitado Las cifras lo demuestran. Solo en 2019 se conocieron cerca de 220.000 ciberdelitos en nuestro país, según informes del Sistema Estadístico de Criminalidad (SEC) del Ministerio del Interior. Estos números no reflejan la cantidad de casos que quedan ocultos, o que no se llegan a denunciar, dato difícil de calcular. Además, se prevé que estas cifras sigan aumentando drásticamente, ya que, con la transformación digital la actividad en Internet se ha disparado. Fuente: Hechos conocidos de infracciones penales relacionadas con la cibercriminalidad - Sistema Estadístico de Criminalidad (SEC) del Ministerio de Interior Aparte del rápido aumento de los ciberdelitos, existen grandes retos aún por resolver. Con la llegada de las evidencias digitales y la variedad de formatos, la falta de estandarización supone una dificultad añadida para el intercambio y procesamiento de la información entre diferentes partes. No existe un marco común para el tratamiento de evidencias digitales ni para los procedimientos forenses digitales. La interoperabilidad también es un problema cuando el delito en Internet involucra a varias jurisdicciones. Por ejemplo, en cada legislación una evidencia digital puede tener distinto valor probatorio, por no mencionar que una acción puede ser considerada legal o ilegal según el territorio. A todo esto, hay que sumarle la complejidad inherente al sistema legal, que puede resultar un problema cuando el factor tiempo es verdaderamente importante. ¿Qué es una evidencia digital o prueba electrónica? En la definición más amplia del término, entendemos por evidencia digital todo tipo de información en formato digital que sirve como testimonio o prueba en un proceso judicial para relacionar un delito con su autor y/o con su víctima. En pocas palabras, cualquier dato digital que sirva como prueba en un juicio. Desde un correo electrónico, una imagen, un video, un snapshot de una página web, hasta información almacenada en un disco duro, un teléfono móvil, un servidor, y muchas otras variantes. En este contexto aparecen distintas iniciativas europeas con el objetivo de construir un futuro más seguro y unificar la respuesta al cibercrimen. Entre ellas, se encuentra LOCARD, un proyecto financiado por el Programa Horizon 2020 de la Unión Europea (grant agreement no. 832735) que trata de combatir cualquier tipo de crimen, con especial foco en el cibernético. Otros proyectos como FORMOBILE, ROXANNE o CC-DRIVER también contribuyen a la lucha aportando enfoques complementarios. El proyecto LOCARD: aportando confianza a las evidencias digitales Como dato curioso, el nombre de LOCARD procede de un famoso criminólogo francés llamado Edmond Locard, pionero en el análisis forense y conocido como el “Sherlock Holmes de Francia”. A esta figura le debemos el famoso Principio de Intercambio de Locard, basado en el concepto de que “todo contacto deja un rastro”. Sobre esta teoría se asienta el proyecto LOCARD, con el objetivo de proporcionar una plataforma colaborativa y distribuida que permita automatizar el registro, análisis y custodia de cualquier tipo de evidencia digital, como una prueba válida ante un tribunal. El equipo lo forman 19 socios repartidos por 12 países de Europa, entre los cuales se encuentran tres cuerpos de policía, centros de investigación, universidades y empresas tecnológicas como Telefónica, para no solo desarrollar las funcionalidades técnicas, si no para analizar también los requisitos que debe cumplir la plataforma desde una perspectiva social, ética y legal. La plataforma no solo servirá como un sistema distribuido de almacenamiento seguro, si no que ofrecerá un kit de herramientas de investigación, comunicación y reporte, junto con motores de inteligencia, permitiendo al usuario realizar búsquedas proactivas de actividad ilegal, capturar evidencias online o de dispositivos físicos y monitorizar investigaciones en tiempo real, por nombrar algunas de las funcionalidades. En definitiva, aliviar los problemas de las prácticas actuales y dotar de integridad, transparencia y seguridad a todo el proceso. Una de las piezas clave en este proyecto es la tecnología Blockchain. Gracias a la inmutabilidad de la información se garantiza que cualquier evidencia registrada no ha sido manipulada ni falsificada, aportando una nueva dimensión al carácter probatorio de la misma en un proceso policial o judicial. Por medio de contratos inteligentes se establecen las reglas para crear y gestionar los casos de cibercrimen. Tras la identificación de un posible crimen, se crea un nuevo caso como un activo digital. A partir de ese momento, toda actividad relacionada con el caso pasa por el contrato inteligente y deja un rastro. Se podrá añadir, solicitar y analizar evidencias, autorizar acceso a cierta información, consultar el estado del caso, generar un informe y otras funcionalidades. Así, podemos trazar todo el ciclo de vida del activo (i.e. del caso), desde la identificación y creación del mismo hasta el uso de evidencias como prueba ante un tribunal, y conocer todo el histórico de sucesos en relación con un caso. Además, gracias a la criptografía inherente a Blockchain, se asocia a cada evento registrado la huella de tiempo y la identidad del usuario que interactúa con el caso. Registro de evidencias de piratería en Blockchain A partir de la segunda mitad de año, con la versión Beta de LOCARD, comenzarán las primeras pruebas de la plataforma. Se han planteado varios casos de uso iniciales, entre los cuales encontramos: el robo de información de la base de datos de una organización, la sospecha de contenido ilegal en un dispositivo físico y el streaming ilegal de contenido multimedia protegido (i.e. piratería online de contenidos). Desde Telefónica trabajamos en el proyecto colaborando en el diseño, implementación y pruebas de la plataforma LOCARD, aplicado al caso de uso de antipiratería. La apuesta por proteger el contenido digital es algo que llevamos haciendo desde hace tiempo con la ayuda de Smart Protection, una compañía líder en la protección de activos online invertida a través de Telefónica Tech Ventures. Además, trabajamos en la definición de un marco europeo de estandarización para el tratamiento de evidencias digitales en el contexto de la Unión Europea, lo que permitirá eliminar una de las barreras recurrentes en la adopción de Blockchain, la falta de jurisprudencia respecto a la validez probatoria de las evidencias digitales registradas en Blockchain. En un futuro la solución podrá ser utilizada tanto por entidades públicas como privadas. Incluso se permitirá a los ciudadanos que puedan reportar acciones ilegales en Internet, para que entre todos construyamos un futuro más seguro. Pero esto, os lo contaremos más adelante. Este proyecto ha recibido financiacion del Programa Horizon 2020 bajo el acuerdo nº 832735.
13 de mayo de 2021
AI & Data
Resucita la fiebre del blockchain, hablemos de Tokens No Fungibles (NFT)
Probablemente, durante las últimas semanas, hayas oído hablar acerca de una nueva tendencia en el mundo de blockchain. Un nuevo fenómeno que está acaparando los titulares de diversos medios. Cromos digitales de futbolistas, cartas con jugadas icónicas de la NBA, obras de arte digitales, o incluso el primer tweet publicado por el fundador de Twitter. Se trata de tokens no-fungibles, más conocidos por su forma abreviada: NFT (del inglés, Non-Fungible Token), que se están vendiendo por millones de dólares en Internet. Gatitos digitales A priori, cuando hablamos de “nueva tendencia”, podemos creer que se trata de concepto muy reciente o novedoso. La realidad es que no lo es tanto. Los NFT llevan con nosotros ya varios años. En concreto, existen desde 2017. Una de las primeras apariciones fue CryptoKitties, un popular juego basado en la tecnología blockchain que permite a los usuarios comprar, criar y vender gatitos digitales. Sí, hablamos de gatitos digitales... Para muchos el intercambio de gatitos en el mundo virtual puede parecer un tanto siniestro, incluso absurdo. Lo importante es el trasfondo de este simple juego, ya que, por primera vez, posibilita el intercambio de valor digital de forma descentralizada, de usuario a usuario, sin intermediarios ni censura, donde cada usuario es dueño y propietario de su activo digital. El valor de cada gatito lo establece su dueño, y en gran medida, depende de la demanda del mercado y de su propia “rareza”. Cada uno de estos gatitos tiene un ADN y una serie de atributos que lo hacen único, y por tanto exclusivo, coleccionable. Una de las ventas más altas de la plataforma alcanzó los 246 Ether (la criptomoneda de Ethereum), que por aquel entonces equivalían a 125.000 dólares. Hoy en día se estima que su precio haya multiplicado por cuatro. "Cromos" de baloncesto Tras la fuerte acogida de Cryptokitties, que llegó hasta a colapsar la red principal de Ethereum, han surgido muchas nuevas variantes de este juego tan popular. Sus mismos creadores, Dapper Labs, han lanzado junto con la NBA una plataforma llamada Top Shot donde los ítems coleccionables son jugadas icónicas del baloncesto americano: un mate, un triple, o cualquier otro momento especial. Estos ítems tienen formato audiovisual y cada uno está respaldado por un NFT. Uno de estos coleccionables, un mate de Lebron James, superó la franja de los 200.000 dólares en una subasta. Figura 1: Coleccionables de TopShot https://nbatopshot.com/marketplace El baloncesto no es el único deporte presente en el coleccionismo digital. En el mundo del fútbol, nos encontramos la plataforma Sorare, centrada en cromos digitales de cualquier tipo de liga de fútbol. En este caso, se trata de cartas caracterizadas con la fotografía y datos del futbolista, cuya cifra record supera los 290.000 dólares por una venta del cromo digital de Cristiano Ronaldo. Muy lejos del precio que costaba un paquete de cromos cuando tratabamos de completar el album de la liga. Otros como la Fórmula 1, donde se está “tokenizando” cosas que ni te imaginarías, como un tramo del emblemático circuito de Mónaco, una pieza de monoplaza e incluso los cascos y guantes de cada piloto. La multinacional Nike apuesta por patentar su propio sistema de zapatillas tokenizadas respaldada por NFT, a las que ha bautizado como CryptoKicks. Con esta solución además de establecer un vínculo con sus clientes, trata de garantizar la autenticidad de las zapatillas y erradicar las falsificaciones del mercado. Arte digital Los artistas tampoco se quedan fuera de esta fantasía. El grupo de música Kings of Leon ha presentado su nuevo álbum en formato NFT. Y un artista conocido como Beeple ha vendido su obra de arte digital titulada “Everydays: The First 5,000 Days” en una subasta histórica por 69,3 millones de dólares. La mayoría de las plataformas crean un ecosistema completo alrededor de los tokens, no solo ganando dinero por la venta, si no por medio de competiciones, retos y dinámicas. Además, las posibilidades se multiplican cuando hablamos de un contexto descentralizado, donde cualquier aplicación puede “hablar” con otra para intercambiar tokens de distinta naturaleza. Existen marketplaces como OpenSea donde se oferta todo el catálogo de NFT, donde puedes comprar cualquiera y llevártelo a otra aplicación que sea compatible. Por ejemplo, puedes comprar el cromo de un futbolista y utilizarlo en Sorare para formar tu propio equipo de futbol. También, puedes encontrar cosas tan locas como una obra de arte del famoso artista callejero Bansky, quemada para ser convertida en un NFT. Figura 2: Subasta de “Morons” (Bansky) en OpenSea La fiebre de los NFT está viviendo un momento histórico. Todo cuanto nos rodea está convirtiéndose al mundo virtual en forma de activo digital. Y aquí lo importante no es la trazabilidad de dicho activo, como ya hemos hablado en algún otro artículo, si no el valor transferible que adquiere por el simple hecho de existir en la red, en un mercado lleno de inversores y coleccionistas. Lo que hay detrás de un token no fungible (NFT) Un token es un activo digital que representa cualquier cosa del mundo físico o abstracto y que adquiere valor en una red de blockchain. Hablamos de que es “no fungible” cuando no se puede repetir, es decir, es algo único y exclusivo como, por ejemplo, la propiedad de tu casa. Si la transfieres, dejas de poseerla y no puede ser reemplazada por otra igual. Por contra, un token es “fungible” cuando tiene un igual, un gemelo por el que puede ser reemplazado. Por ejemplo, el dinero es un bien fungible: una moneda de 50 céntimos es igual que cualquiera del mismo valor y podría ser remplazada. Toda la lógica de un token está codificada en un contrato inteligente, o Smart Contract. En este contrato se establecen los atributos que lo definen: el nombre, la descripción, el propietario, etc… y, además, contiene los métodos o acciones que va a poder desempeñar: la transferencia de propiedad, la consulta de dueño, la consulta de atributos, entre otras. Actualmente la mayoría de NFT funcionan en la red pública de Ethereum. De hecho, el contrato inteligente que les da forma no es más que un estándar (ERC-721) desarrollado por la comunidad para propiciar la interoperabilidad entre aplicaciones, para que todas “hablen el mismo idioma”. ¿Qué pasa cuando compras un NFT? Desde tu wallet se manda una propuesta de transacción al contrato inteligente. Esta propuesta incluye el identificador del token, el precio de compra y el nuevo propietario. Una vez validada por toda la red, la transacción se registra en la cadena de bloques, es decir, se deja constancia del cambio de propietario y el valor transferido al vendedor. A partir de este momento, tu eres el dueño del token. Tu decides si transferirlo, venderlo, conservarlo o utilizarlo en otras aplicaciones. El contrato inteligente asegura que nadie va a poder actuar en tu nombre, ni modificarlo. Cualquier usuario puede verificar que el token te pertenece, ya que toda la información queda anclada en la cadena de bloques de forma inmutable y transparente. Las aplicaciones hacen esta misma consulta, para mostrar a cada usuario su cartera de coleccionables. Llegados a este punto, podemos pensar que se trata del mecanismo perfecto para digitalizar, identificar y autenticar cualquier activo. Sin embargo, existen muchos retos por delante como, por ejemplo, las altas comisiones de la red de Ethereum, que en algunos casos supera con creces el propio valor del NFT; y la interoperabilidad entre redes blockchain, crucial para el futuro de esta tecnología y en lo que estamos trabajando en el equipo de Blockchain de Telefónica. Y muchos otros desafíos tecnológicos y regulatorios más. El estrecho vínculo entre el mundo físico y digital es cada vez más una realidad. Blockchain se convierte en la tecnología perfecta para crear e intercambiar valor digital en la red, transformando por completo la forma en la que nos relacionamos. Para mantenerte al día con el área de Internet of Things de Telefónica visita nuestra página web o síguenos en Twitter, LinkedIn y YouTube
22 de marzo de 2021