Álvaro Alegria Meunier

Álvaro Alegria Meunier

Alvaro Alegría es Head of Internal Projects and Strategic Initiatives en Telefónica Tech AI of Things. Sus responsabilidades principales abarcan el liderazgo de las iniciativas globales internas del grupo en materia de Big Data así como colaborar en la definición de la estrategia y propuesta de valor para el mercado B2B. Con anterioridad ha ocupado roles relacionados con la consultoría estratégica y transformación digital dentro de Synergic Partners; empresa adquirida por Telefónica. Licenciado en derecho y ciencias empresariales por la Universidad Pontifica de Comillas (ICADE), es máster en asesoría de empresas por el IE y en BigData & Analytics por la EOI. Cuenta además como formación en Liderazgo, gestión y emprendimiento por la London School of Economics.

AI & Data
Principales retos para la adopción del metaverso
En un post anterior dedicado al metaverso explicaba en qué consiste el metaverso y veíamos qué oportunidades iba a ofrecer a las empresas. Hoy quiero compartir otros retos que, en mi opinión, deben superarse en el corto y medio plazo para que el metaverso despliegue todo su potencial. Diversificación La mayor parte de los metaversos disponibles actualmente tienen el ‘gaming’ como elemento central de su propuesta de valor. Es algo totalmente comprensible porque, desde hace años, el mundo de los videojuegos había orientado ya su estrategia hacia el modo online multijugador. Por tanto, para sus usuarios el salto hacia el metaverso es un paso natural. Sin embargo, es necesario que se desplieguen y consoliden nuevas propuestas que ofrezcan otro tipo de contenido para que se amplíe el número de usuarios interesados en incorporarse al metaverso. Estoy convencido de que pronto comenzaremos a ver propuestas horizontales, como probablemente sea Meta y nuevas propuestas verticales, en el mundo del entretenimiento, el deporte, el ámbito laboral e incluso el industrial. Propósito y experiencias Cuando se desarrolla una nueva tecnología y, sobre todo, cuando se genera el nivel de ‘hype’ que está cociéndose alrededor del metaverso, se desencadena un incentivo perverso: usarla a toda costa para no quedarse fuera de la ola, aunque no se entienda el valor real ni se conozca bien el potencial. Como comentamos en el artículo anterior, es importante entender que el metaverso no es un fin, sino un medio. Es una herramienta que debe servir a las empresas para lograr sus objetivos estratégicos, sean estos cuales sean. La pregunta no debe ser si una empresa debe estar o no en el metaverso. La pregunta debe ser ¿Por qué? ¿Cuál es el propósito? Adoptar el metaverso con un propósito es fundamental, porque será el que guíe a las empresas a la hora de diseñar las experiencias que van a definir su relación con sus clientes y usuarios en el metaverso. Pagos y transacciones monetarias Quizás no todo el mundo esté de acuerdo con esto que voy a decir, pero el metaverso y el mundo cripto son conceptos independientes, que pueden existir totalmente por separado. Cosa distinta es si el metaverso, sin el mundo ‘cripto’, puede desplegar realmente todo su potencial. En mi opinión, no. Teniendo en cuenta que el metaverso implica la interacción de miles de usuarios de distintos países, resulta fundamental que todos los usuarios compartan una economía común, a través de una o varias monedas digitales, que faciliten los pagos y las transacciones. “Sin el mundo cripto el metaverso no podrá desplegar todo su potencial” Imagina que pones a la venta un activo en euros y que quiera comprarlo alguien que maneja pesos peruanos o baths tailandeses. Eso implicaría que el comprador tuviera que hacer un cálculo del precio en su moneda y uno de los dos tendrá que hacer un cambio de divisas, aumentando la fricción de la transacción. Si, por el contrario, todos los usuarios manejan una misma moneda como, por ejemplo, “Mana” en el caso de Decentraland, la transacción es mucho más simple. Pero, siendo honestos, aquí jugará un papel fundamental que el mundo cripto sea capaz de superar y evitar los grandes escándalos que se están produciendo estas últimas semanas y que afectan directamente a la confianza del usuario medio. Privacidad y Seguridad Un gran potencial conlleva una gran responsabilidad y el desarrollo del metaverso supondrá evolucionar los sistemas de seguridad a un nivel superior. El metaverso y la Web3 se construirán sobre la identidad de sus usuarios. Por tanto, será absolutamente imprescindible construir nuevos métodos de privacidad y protección de datos personales. Seamos conscientes de que el metaverso multiplicará el tipo y cantidad de datos que vamos a compartir para identificarnos. Pero no sólo los datos, también será necesario garantizar la protección de nuestro patrimonio virtual. De lo contrario, será imposible desarrollar una verdadera economía a gran escala de activos digitales como la que comentaba en el punto anterior. Legalidad La evolución de internet ha traído (y sigue trayendo) una revolución paralela del ámbito legal, tanto en lo que se refiere a la producción legislativa, como en la forma de aplicación de esas mismas normas. La realidad es que la ley no puede contemplar todos los supuestos de hecho que habilita la tecnología. Porque, entre otras cosas, el ritmo de desarrollo de la tecnología es varios órdenes de magnitud superior a la capacidad de cualquier legislador para aprobar normas. Foto: Minh Pham / Unsplash Y el problema que afrontamos con la llegada del metaverso es que, a los problemas actuales, se suma el hecho de que llevaremos la complejidad de los supuestos a un estadio más elevado. ¿Qué jurisdicción aplica en el metaverso? ¿Qué está permitido y qué no? ¿Cómo otorgamos seguridad jurídica a los cientos de miles de usuarios que interactuarán a la vez en un mismo espacio virtual desde múltiples países? Adopción del metaverso He dejado este punto para el final porque, siendo el más sencillo de comprender, es en realidad es más trascendental de todos. El futuro del metaverso dependerá de que se logre una adopción masiva por parte de los usuarios, como sucede hoy con las redes sociales. Por muy avanzados, tecnológicos, inmersivos, descentralizados, interactivos que sean los universos, estos sólo podrán sobrevivir si logran atraer al gran público. Nadie quiere ir al Wizink Center a un concierto y verse sólo en la pista de baile. Porque parte de la gracia de este tipo de actividades es, precisamente, compartirlas, disfrutar de una experiencia común y ser parte de algo más grande que nosotros mismos. El reto en este punto consiste en superar dos barreras importantes: Parte importante de la propuesta de valor del metaverso pasa por las experiencias inmersivas que, sí o sí, requieren contar un hardware (gafas, mandos, etc) que hoy por hoy solo están en poder de una parte residual de la población. ¿Conseguirán las marcas que compremos estos dispositivos para disfrutar de sus experiencias? Está por ver. Pero si todos tenemos ahora un smartphone para acceder a todo lo que nos ofrecen las aplicaciones móviles, está claro que es un tema de incentivo y recompensa. Lograr que aceptemos el cambio cultural que supone sumergirnos unas horas al día en un mundo virtual que nos abstraerá de nuestra realidad cotidiana. Durante la pandemia el tráfico de internet se multiplicó. Pero, a medida que se relajaron las medidas, nos lanzamos a la calle a recuperar el contacto con los nuestros. ¿Serán las experiencias en el metaverso lo suficientemente interesantes como para hacernos renunciar unos minutos al día a la vida de carne y hueso? Estos y otros retos son, sin duda, los que todas las empresas deberemos afrontar en el corto y medio plazo en nuestras estrategias de adopción del metaverso.
4 de julio de 2022
AI & Data
El metaverso será para las empresas un medio, no un fin
Si algo tenemos claro a estas alturas de 2022 es que la “buzz word” del año en el mundo tecnológico y empresarial será: metaverso. Lo que no termina de estar tan claro es en qué consiste realmente el metaverso y qué oportunidad representará para las empresas en el medio y largo plazo. Porque sí, el metaverso será una oportunidad, sin lugar a duda. Pero para entenderlo, es necesario tener claro algunos conceptos básicos sobre lo que es y lo que no es el metaverso. Lo primero que debemos entender es que el metaverso no existe todavía, sino que se está construyendo en este momento y que cuando realmente exista, evolucionará y mutará de manera constante. Porque el metaverso será, en realidad, la suma de múltiples universos individuales conectados entre sí. Entonces, ¿qué es el metaverso? Este concepto se entiendo mucho mejor haciendo una analogía con internet, pues internet no es una página web sino la suma de millones de páginas web. Lo que hace diferente al metaverso frente a internet es que los universos estarán interconectados de manera que cualquiera de nosotros, como usuario, podremos pasar de uno a otro sin fricciones. Lo siguiente que debemos tener en cuenta es que cada universo tendrá sus propias características que lo diferenciarán del resto y lo harán único. Esas características definirán múltiples aspectos como la propiedad del metaverso (centralizados o descentralizados), su enfoque (generalista o verticalizado), el público objetivo al que aspiran, el tipo de experiencias que ofrecerán o la economía interna de los mismos. Igual que sucede con las redes sociales, el metaverso debe ser un medio para lograr los objetivos estratégicos de cada compañía ¿Deben las empresas adentrarse en el metaverso? Para las empresas será esencial comprender todas estas diferencias de cara a poder tomar las mejores decisiones a la hora de definir su estrategia de adopción del metaverso. Porque el metaverso no es un fin, sino que debe ser un medio para lograr los objetivos estratégicos de la compañía. Usando de nuevo una analogía, podemos considerar que cada universo del metaverso es una red social. Para las empresas, la presencia en las redes sociales no es un fin, sino un medio para lograr múltiples objetivos: marca, atención al cliente, generación de funnel, etc. Por ello, los departamentos de comunicación dedican enormes esfuerzos a diseñar su estrategia en redes sociales y cuentan con empleados especializados en su gestión. Cada red social tiene un público distinto, un enfoque diferente y hasta unos códigos específicos que son compartidos y reconocidos por toda la comunidad. Sacarle el máximo provecho resulta complicado y por ello, la primera decisión que deben tomar las empresas es qué red o redes sociales son aquellas en las que quieren tener presencia y descartar el resto. Foto: Mo / Unsplash Con el metaverso se debe seguir el mismo enfoque. Cada empresa deberá analizar los múltiples universos a su alcance y tomar la decisión sobre cuál o cuáles son aquellos en los que mejores opciones tendrá de lograr sus objetivos como empresa. El potencial del metaverso para las empresas Retomando las características que he mencionado antes, me gustaría explicar rápidamente algunas de ellas para aclarar la importancia de entender las diferencias: Centralización: Los universos pueden dividirse en dos grandes grupos en función de cómo son gobernados. Los universos pueden ser propiedad de una empresa que posee el control total (control centralizado) sobre la tecnología, los datos y la economía del universo. O, por el contrario, pueden ser propiedad de todos los miembros que forman parte de este, que los gobiernan a través de mecanismos democráticos (poder descentralizado). La descentralización suena idílica desde el punto de vista teórico, pero las empresas deberán valorar si quieren asumir el riesgo de estar en manos de las decisiones de la comunidad o prefieren la estabilidad que brindará un universo centralizado. Enfoque: La mayoría de los universos que existen hoy han sido una evolución natural del mundo de los videojuegos online y por ello, están muy enfocados al entretenimiento en ese ámbito. Sin embargo, muchas de las grandes tecnológicas están trabajando en otras propuestas. Es de esperar, por ejemplo, que Meta (antigua Facebook) opte por un universo generalista donde la experiencia no esté únicamente enfocada al entretenimiento mientras que compañías como Microsoft o NVIDIA están construyendo propuestas enfocadas en el ámbito de las relaciones en el trabajo, la primera y en el ámbito del desarrollo industrial, la segunda. Economía: El metaverso supone ya una nueva economía en la que se mueven cientos de millones. No he mencionado expresamente si de dólares o euros porque, en realidad, la economía del metaverso está, hoy en día, casi exclusivamente ligada a las criptomonedas. Y esto es importante también tenerlo en cuenta por varios motivos. El primero, porque la adopción del metaverso será, probablemente, el empujón definitivo para que muchas grandes y medianas empresas incluyan las criptomonedas en sus balances. Y el segundo, porque varios universos funcionan con su propia criptomoneda, lo que les otorga un enorme poder sobre la economía interna del universo. A medio plazo, lo más probable es que, como ya sucede con las redes sociales, las empresas tengan una presencia multicanal en el metaverso, adaptando el mensaje a las características propias de cada uno de ellos. El potencial que ofrece es enorme y en otro artículo explicaremos cuáles pueden ser las diferentes estrategias para aprovecharlo.
20 de junio de 2022
AI & Data
Sí a la inteligencia artificial, pero sin renunciar a la humana
La inteligencia artificial ha llegado para quedarse, de eso no cabe la menor duda. Basta asomarse a las páginas salmón (y no tan salmón) de cualquier periódico o echar un vistazo rápido al feed de Linkedin para comprobar que la “IA” es el último grito en el mundo de la empresa. Y lo cierto es que hay sobradas razones para ello. Las capacidades que esta nueva tecnología ofrece permiten no sólo superar barreras hasta ahora infranqueables para los sistemas tradicionales, sino que, más allá desbloquea campos hasta ahora reservados para películas de ciencia ficción. Una nueva forma de tomar decisiones Sin embargo, este furor por la inteligencia artificial ha puesto de manifiesto un hecho que resulta, cuanto menos, sorprendente: A la hora de tomar decisiones, las empresas parecen confiar más en las máquinas que en los humanos. Nadie va a negar que la tecnología tiene capacidades de cómputo exponencialmente superiores a las del humano más inteligente, pero también es cierto que no todas las decisiones empresariales requieren de esos niveles de inteligencia y, en esos casos, la tendencia parece mantenerse: la “máquina” decide mejor. Posicionarse sobre la certeza de esa cuestión de manera categórica, con un simple, verdadero o falso, es sencillamente imposible. Son tantos los condicionantes y matices que conforman el contexto de cada decisión que, probablemente, la respuesta más adecuada sea que “depende”. No obstante, el objetivo de este artículo no es dar una respuesta a dicha cuestión, sino plantear el debate sobre las razones que, aparentemente, nos llevan a confiar más en una máquina que en un humano. Porque, cuando se toma la decisión de confiar en una máquina, dicha máquina ha sido diseñada y programada por un humano; y la decisión última de depositar dicha confianza la toma igualmente un humano. Factores que pueden hacer a una máquina más "confiable" que a una persona Desde un punto de vista estrictamente personal, dotar de mayor confiabilidad a las máquinas que a las personas se debe a distintos factores, no todos ellos positivos. El primero, como ya hemos adelantado, son las mayores capacidades de cómputo. La tecnología puede almacenar más información, más variada y cruzarla y contrastarla a unos niveles que los seres humanos somos incapaces. El segundo, aunque pueda resultar obvio, es la falta de humanidad. Los seres humanos tenemos sentimientos, prejuicios, sesgos, experiencias que, aunque no queramos, influyen nuestra capacidad de razonamiento y, por tanto, condicionan nuestras decisiones. (No valoro si esto es negativo o positivo. Sólo pretendo dejar claro que, en ocasiones, este es uno de los aspectos que se busca evitar al designar una máquina como decisora). El tercero, y posiblemente el más polémico, se trata de una cierta dosis de cobardía. Si las decisiones las toma una máquina; que además hemos convenido que es menos falible que un humano, los humanos nos liberamos de la responsabilidad sobre las decisiones. Así, si el resultado obtenido no es el esperado, la culpa nunca será nuestra, sino de la máquina. Como mucho, podrá ser culpa de quien diseñó y programó la máquina, pero, en ningún caso, del humano que debería haber tomado dicha decisión en ausencia de la misma. En mi opinión, este es un aspecto peligroso, pues la ausencia de responsabilidad puede llevar a la irresponsabilidad. Conclusión Sea como fuere, motivado por la velocidad de los avances tecnológicos, la realidad es que muchas de las grandes empresas han pasado casi directamente de tomar decisiones 100% humanas, basadas únicamente en la experiencia e intuición, a ceder dicha capacidad de decisión a la inteligencia artificial. Y en dicho proceso se ha pasado por alto un paso intermedio: las decisiones humanas basadas en datos. Es muy probable que las máquinas tomen decisiones más precisas, más asépticas y más coherentes que los humanos, pero, lamentablemente, parece que nosotros mismos nos hemos quitado la oportunidad de demostrar cuán buenos podríamos haber sido comparados con las máquinas, si hubiéramos sido capaces de confiar en nosotros mismos. En cualquier caso, hay algo que no debe perderse nunca de vista. Que por muy superior que sea la inteligencia de una máquina, comparada con la de un humano, está será siempre artificial.
7 de enero de 2020
AI & Data
Cuando Michelangello inventó el Big Data
Cuentan que cuando Miguel Ángel fue preguntado por su impresionante técnica para esculpir “La Piedad” en una sola talla, su respuesta fue que: “La escultura ya estaba dentro de la piedra. Yo, únicamente, he debido eliminar el mármol que le sobraba”. No puede negarse que, desde una visión simplista, esculpir es quitar material sobrante. Sin embargo, en algo debe influir el artista, pues si a la mayoría de nosotros nos dieran un bloque de mármol, un martillo y un cincel, lo más probable es que no lográramos esculpir nada que tuviera una forma reconocible. Y es que la creatividad de un artista, por encima de su manejo de las herramientas, es el valor añadido que éste aporta a lo que hace y que marca la diferencia entre una piedra y una obra maestra. El arte de descubrir "casos de uso" Lo mismo puede aplicarse, en mi opinión, al proceso de "use case discovery" en el marco del Big Data pues, al igual que le sucedía a Miguel Ángel con su bloque de mármol, los “bloques” de datos están esperando a que alguien los cincele y extraiga de ellos la información que siempre ha estado allí. Así, de nuevo, la creatividad de los profesionales del Big Data es un factor fundamental en el descubrimiento de nuevos casos de uso, pues marca la diferencia entre información meramente almacenada o información que aporta valor de negocio a una empresa. Una revolución tecnológica y económica en marcha Tenemos la inmensa fortuna de poder participar de los albores de una revolución tecnológica y económica; una época en la que casi todo está aún por descubrir, en la que no existe un listado fijo de posibilidades, sino un gigantesco lienzo en blanco. Por ello, es muy importante que las empresas cuenten con los mejores bloques de mármol, los mejores martillos y los más precisos cinceles, pero de poco servirán si no cuentan con verdaderos artistas, que sepan extraer valor de ellos. Y a los artistas hay que dejarlos hacer. Confiar en el resultado final, sin intentar comprender el proceso. No sólo no hay que ponerles límites, sino que se debe fomentar la locura, pues la disrupción verdadera, la que produce cambios, es abrupta, radical y a veces dolorosa; nunca es fruto de un proceso ordenado, limpio y preestablecido. Ojalá este concepto fuera mío, pero no lo es. Ya dijo Warren Buffet que las empresas deben: “Contratar a los mejores y dejarlos hacer lo que saben. De lo contrario, mejor que contraten a los más baratos y les digan lo que tienen que hacer”. Warren Buffet Big data y empresas: retos Pero la gran mayoría de las empresas tradicionales son reacias a esta nueva cultura. Les cuesta asimilar que, a día de hoy, muchos de los avances se consiguen a base de prueba y error, que los procesos están vivos y pueden variar sobre la marcha, que muchas de las cosas se hacen sólo “por probar” y que el talento no viste de traje, o si, o depende del día… Creo sinceramente que el mayor y más importante cambio que debe asumir una empresa a la hora de enfrentarse al Big Data es cultural. Aceptar que nadie sabe lo que viene y que esa incertidumbre no es una amenaza, sino una oportunidad espectacular. Y la manera de aprovechar esa oportunidad será contar con los "Miguel Ángeles" del presente. Aquellas personas que aglutinen conocimientos técnicos y de negocio y habilidades creativas, que le permitan ver y extraer valor donde otros sólo ven piedra. Y de nuevo, esta idea no es mía… En la última conferencia de Strata en Londres, Piotr Niedźwiedź, de la compañía deepsense.io habló del “Awarness Chasm”, la gran sima que existe actualmente entre los responsables de negocio y los analistas. Según el señor Niedźwiedź, muchos de los problemas que encuentran las empresas desde el punto de vista de negocio pueden resolverse hoy en día utilizando técnicas de análisis, pero las empresas no son conscientes de ello y, por otro lado, los analistas desconocen los problemas que necesitan respuesta, por lo que no pueden ayudar, aunque pudieran. Conclusión Por ello, les animo a que encuentren a sus artistas y, si no los encuentran, entrénenlos. Sienten juntos a sus analistas y a sus expertos de negocio, invíteles a crear juntos y deje que manchen, rompan y fracasen, hasta que un día sorprendan al mundo con una obra maestra, aquella que les permita adelantar a todos sus competidores. Porque lo que sus compañías hacen hoy, ya no les aporta valor. Ustedes ya saben hacerlo y sus competidores también. Los que le aportará valor les está esperando dentro de sus bloques de mármol, porque ya lo dijo Aristóteles: “La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su apariencia.” Aristóteles
17 de diciembre de 2019
AI & Data
Macro datos, macro responsabilidades
El 11 de abril de 1945, justo dos días antes de morir, durante su discurso a la nación americana como parte de las celebraciones del Jefferson Day, Franklin D. Roosevelt pronunció una frase que quedaría para la historia: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Franklin D. Roosevelt Por curioso que pueda parecer, mucha gente (sobre todo gente joven) no relaciona esta cita con el presidente americano, sino con otro personaje del mismo país, concretamente con el Tío Ben, el tío de Spiderman, quien usa esa frase en una de las películas de la saga. Esta anécdota, aunque sencilla, nos es de gran ayuda para resaltar que las personas no siempre conocemos las cosas cómo son en realidad, sino cómo llegan a nosotros. De ahí, otra frase famosa que dice que: “Yo soy responsable de las cosas que digo, no de lo que tú entiendes.” Sin embargo, en el ámbito empresarial, mantener una actitud en este sentido podría suponer un grave error, pues es fundamental para las compañías asegurarse de que los mensajes que transmiten llegan claros y sin interferencias a los destinatarios. Y cuando hablamos de mensajes, no se trata sólo de mensajes directos, sino también a la imagen que proyectan con sus acciones. Uno de los ámbitos en los que comienza a tener especial relevancia lo que acabamos de adelantar es el modo en que las compañías hacen uso de los macrodatos (Big Data). La sociedad comienza a comprender el poder que dichos datos proporcionan y, en consecuencia, comienzan a exigir responsabilidades en la misma medida. Como ejemplo reciente de ello, podemos recordar el escándalo al que tuvo que hacer frente Facebook como consecuencia del uso de los datos de sus usuarios por parte de Cambridge Analítica. Por si aún quedara alguien no conozca el caso, durante la primavera de este año se descubrió que los usuarios de la red social recibían información personalizada en sus muros con el objetivo de influir en su postura política. Dicha información se "customizaba"con el propósito de ser lo más efectiva posible y estaba basada en el conocimiento que la red social tenía sobre cada uno de sus usuarios. Es un tribunal quien determina si el uso de la información es o no legal, pero, de lo que no hay la menor duda, es de que la imagen de Facebook quedó gravemente dañada; obligando a su fundador a tener que comparecer ante el Senado de los Estados Unidos y ante el Parlamento Europeo. Como consecuencia de este y otros escándalos, la sociedad está reclamando límites al enorme poder que confieren los datos a las grandes compañías. En este sentido, podemos hacer referencia a las restricciones que se han establecido en la normativa europea de protección de datos en relación a las decisiones basadas únicamente en medios automatizados o, lo que es lo mismo, que los individuos seamos objeto de decisiones tomadas por un algoritmo. El ejemplo más utilizado para ilustrar este tipo de decisiones es el proceso de valoración de la capacidad financiera de un individuo a la hora de solicitar un préstamo. Si el banco deniega dicha solicitud basándose únicamente en una decisión automatizada, los ciudadanos tenemos derecho a opinar o impugnar la decisión e incluso a solicitar la participación de una persona en el proceso. Se trata de una limitación muy importante porque, de lo contrario, se podrían producir injusticias individuales basadas en datos colectivos pues, no olvidemos, que la decisión que toma el algoritmo no se basa únicamente en nuestra información, sino en la de otras personas con perfiles similares a los nuestros. Recuerdo que hace ya dos años tuve una conversación muy interesante sobre este tema, en la que mi interlocutor comentaba que, gracias a los algoritmos, las decisiones que se tomaban hoy en día eran más justas, pues se eliminaba el peligro de verse influidos por los prejuicios que a veces tenemos los humanos. Básicamente, defendía que, a los algoritmos, a diferencia de lo que sucede con las personas, no se les podía acusar de discriminar. Y esto es cierto y a la vez no lo es. Los algoritmos discriminan. Por supuesto que lo hacen. De hecho, es una de sus aplicaciones prácticas principales en materia de Big Data. La diferencia con los humanos, radica en que los algoritmos discriminan de manera objetiva (basados en datos), mientras que los humanos lo hacemos de manera subjetiva (basados en experiencias, gustos o creencias). Así expresado, puede dar la impresión, como defendía aquella persona, que nada se puede reclamar a los algoritmos sobre sus decisiones, pues estas son “puras”. Sin embargo, se trata de un terreno complicado. En mi opinión, la única manera real de evitar discriminación en función de determinados aspectos críticos (género, raza, etc.) es eliminar por completo dicha información de los conjuntos de datos de entrenamiento y decisión de los algoritmos. Aunque, en realidad, ni si quiera eso es suficiente pues muchos de esos aspectos pueden inferirse a través de la combinación de otros datos. Otro de los ámbitos en los que se debe poner especial foco es evitar incidir en la brecha digital que, en sus casos más extremos, conduce a la pobreza digital. La brecha digital define las desigualdades que se producen como consecuencia de las diferencias en el acceso a la tecnología, ya sea por motivos económicos (escasez de recursos para adquirir dispositivos o conectarse a la red), de conocimiento (personas de avanzada edad o con poca formación intelectual que les impiden ser usuarios de una tecnología determinada) o incluso por motivos de actitud personal (personas que escogen voluntariamente no vivir conectadas). Los actores económicos y las Administraciones Públicas tienen el deber moral de combatir la brecha digital. Se debe evitar a toda costa la creación de guetos analógicos, aquellos en los que los usuarios que los conformen tengan menores beneficios u oportunidades por el hecho de ser menos atractivos para las empresas o más difíciles de ser provistos de servicios públicos por parte de las administraciones. Y, del mismo modo, se deben proporcionar mecanismos que permitan llevar una vida digna a todos aquellos que, como una suerte de objetores de conciencia, escojan no ser individuos digitales. Lo complicado de este asunto es cómo lograr dichos objetivos sin que ello perjudique al avance global del resto de la sociedad. Un ejemplo que pone de manifiesto que estos no son temas de futuro sino totalmente actuales, es el debate que existe hoy por hoy en Suecia sobre la eliminación del dinero físico, en favor de medios de pago digitales. Existen voces que han comenzado a exponer los importantes perjuicios que esta medida supondría para determinados colectivos. Por todo lo mencionado hasta ahora y por otros muchos ejemplos que no caben en un único artículo es por lo que, todos, como sociedad, hacemos lo correcto al exigir a aquellos que tiene a su alcance el poder que confiere el Big Data, una responsabilidad para con nosotros. Telefónica, como líder digital en España y Latinoamérica, ha tomado buena nota de ello. La principal prueba es el impulso que, desde el mismo presidente de la compañía, se está haciendo por la creación de un nuevo pacto digital. En el manifiesto publicado en favor de dicho pacto, desde la compañía se asegura que “una digitalización centrada en las personas debe asegurar que los ciudadanos sean sus principales beneficiarios y se sientan en control.” El mero hecho de haber publicado un manifiesto sobre estos temas pone de relieve el compromiso del grupo Telefónica. Sin embargo, dicho compromiso no se limita únicamente a hacer propuestas e invitar al cambio, sino que predica con el ejemplo, a través de medidas concretas como, por ejemplo, el hecho de contar con un área específica de “Big Data 4 Social Good” liderada por Pedro Antonio de Alarcón; cuyo objetivo es utilizar los datos internos de Telefónica, junto con otros externos, para devolver el valor del dato al mundo, contribuyendo así a los objetivos de Desarrollo Sostenibles fijados por la ONU para 2030. De la misma manera, el Área de Transformación Digital de Fundación Telefónica, dirigida por Lucila Ballarino, busca combinar la tecnología con la acción social y cuenta con su propia Unidad de Big Data, con el objetivo de hacer proyectos innovadores, de alto impacto social y con una gestión data-driven para maximizar la eficiencia de sus procesos e incrementar sus resultados. Telefónica es un actor importante y su impulso es, sin duda, una llamada a la acción para el resto de actores económicos, políticos y sociales. Aprovechemos todos juntos el poder, pero con responsabilidad. AI OF THINGS Macro data, macro responsibility May 12, 2019 Para mantenerte al día con LUCA visita nuestra página web, o síguenos en Twitter, LinkedIn y YouTube.
21 de octubre de 2019