Los datos y la fe
A medida que se desarrolla el panorama del machine learning, su evolución ofrece una perspectiva que, para muchos, puede resultar desconcertante. Cuando hablamos de la posibilidad de enseñar a una máquina a aprender y de cambiar, por tanto, el concepto que hemos tenido desde hace muchas décadas sobre lo que es un ordenador, hablamos, seguramente, de una de las mayores revoluciones que ha vivido la humanidad en su conjunto a lo largo de toda su historia, comparable seguramente, como dijo Sundar Pichai, CEO de Google, al impacto que tuvo el descubrimiento del fuego o de la electricidad. Y sin embargo, a pesar de su magnitud, hablamos de un campo que parece tener mucho más de evolución lenta que de revolución, y que periódicamente, además, parece sufrir crisis de fe y vaivenes de todo tipo asociados con su desarrollo.
 
Figura 1. El machine learning recibe hoy más atención gracias al incremento de potencia de la computación, a la progresiva disminución de su coste, y a la abundancia y disponibilidad de datos. 
Desde que Arthur Samuel acuñó el término machine learning en 1959 y desarrolló un algoritmo capaz de jugar a las damas, la disciplina ha combinado décadas de avances febriles con otras de total abandono y desilusión. En la práctica, el pico de atención que hoy vivimos, con un número creciente de compañías haciendo referencia al término en su planificación estratégica, corresponde únicamente a la aplicación de técnicas con décadas de antigüedad convertidas en viables gracias al incremento de potencia de la computación, a la progresiva disminución de su coste, y a la abundancia y disponibilidad de datos. Sin embargo, la ignorancia de muchos medios a la hora de cubrir el fenómeno, la confusión en torno al mismo y la tendencia sensacionalista a ilustrar cada noticia sobre el tema con al menos una imagen de un robot Terminator están contribuyendo a crear una peligrosa inflación de expectativas en torno al asunto que bien podría llegar a generar un nuevo período de escepticismo.
 
 Figura 2. Una compañía que vende productos podría, por ejemplo, convertirse en una de servicios en función de los datos que el uso de esos productos pueden generar. 
 Pero además, el reto exige entender que todo proyecto de Machine Learning implica arquitecturas de datos que no todas las compañías tienen, que las fases iniciales del proyecto, como ya comentamos en un artículo anterior, consumen muchísimos más recursos que las finales, y que resulta enormemente importante contar con un socio adecuado que sepa realmente lo que está haciendo. Pero además, implica entender que más pronto que tarde, tendremos que transformar completamente nuestra compañía, que rediseñar todos nuestros productos y servicios en torno al Machine Learning (¿no lo hicimos, acaso, en torno a internet?), que formar a la práctica totalidad de nuestro personal para que adquieran familiaridad con el nuevo contexto, y que pasar a ver el Machine Learning, o el que nuestro Machine Learning sea mejor que el Machine Learning de la competencia, como una parte fundamental de nuestra ventaja competitiva. No, no hablamos simplemente de hacer o plantear Machine Learning: hablamos de automatizarlo, de convertirlo en una parte integrante de nuestros procesos empresariales.
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