A medida que las organizaciones se expanden a nuevos entornos, las aplicaciones ya no se limitan a los centros de datos tradicionales y se distribuyen en múltiples localizaciones, incluyendo nubes públicas y privadas, así como en nfraestructuras locales. Esto dificulta la gestión y protección efectiva de las mismas, especialmente al volverse más complejas debido a la demanda de ofrecer experiencias digitales enriquecedoras a través de múltiples canales.
La protección de las aplicaciones, sin importar su ubicación, es un desafío cada vez mayor ya que, encontrar una solución efectiva que maneje todas las demandas de seguridad que
las amenazas especializadas exigen resulta complicado. Por tanto, la necesidad de medidas de seguridad avanzadas sigue creciendo para adaptarse a las arquitecturas de desarrollo modernas en las que se interconectan servicios a través de múltiples APIs y componentes para permitir el funcionamiento de aplicaciones actuales.