La superficie de ataque es el conjunto de puntos de entrada que un ciberdelincuente podría aprovechar para intentar acceder a los sistemas de una empresa. Incluye dispositivos, aplicaciones, usuarios, servicios en la nube y cualquier otro recurso conectado a la red.
Porque cuanto mayor es la superficie de ataque, más oportunidades existen para que un atacante encuentre una vulnerabilidad. La gestión de la superficie de ataque permite a las empresas identificar, monitorizar y reducir esos puntos de exposición, reforzando así su postura de seguridad.
Las empresas aplican estrategias como inventariar activos, eliminar servicios innecesarios, actualizar sistemas, implementar segmentación de redes y usar herramientas de monitorización continua.
Además, prácticas como Zero Trust y la ciberinteligencia ayudan a limitar y vigilar la superficie de ataque en entornos complejos y multicloud.