Un agente de Inteligencia Artificial (IA) es un sistema autónomo capaz de percibir su entorno, procesar información y ejecutar acciones orientadas a alcanzar un objetivo.
A diferencia de una aplicación tradicional, un agente de IA no se limita a ejecutar instrucciones predefinidas, sino que aprende de la experiencia, toma decisiones adaptativas y puede interactuar con otros agentes o personas.
Los agentes de IA se utilizan para automatizar tareas complejas, simular comportamientos humanos o gestionar entornos dinámicos.
Gracias a su capacidad de aprendizaje y razonamiento, permiten optimizar procesos en sectores como la atención al cliente (chatbots inteligentes), la ciberseguridad (detección de amenazas en tiempo real) o la gestión de datos (agentes de búsqueda y clasificación).
Un agente de IA combina algoritmos de percepción (como visión por computador o procesamiento de lenguaje natural), modelos de decisión (aprendizaje supervisado, no supervisado o por refuerzo) y mecanismos de actuación (respuestas, recomendaciones o acciones físicas en un robot).
Ejemplos de agentes de IA son los asistentes virtuales, los sistemas de recomendación, los bots de trading o los robots autónomos en la industria.
En la actualidad se habla también de IA agéntica, que describe agentes con mayor autonomía, capaces de planificar y ejecutar cadenas de tareas complejas, marcando una evolución respecto a los agentes tradicionales.